ANTROPONOTAS DE NAYARIT
por Raúl A. Méndez-Lugo
EL PAPEL DE LA CULTURA EN LA CONSTRUCCION DE LA DEMOCRACIA.
Hace algunos días revisando mi biblioteca personal, encontré un interesante libro que fue la clave para mi formación como antropólogo social, dicho texto está conformado por siete artículos de igual número de autores, entre ellos está el inolvidable antropólogo crítico Guillermo Bonfil Batalla, quien murió ya hace algunos años en un accidente automovilístico en la ciudad de México. También aparece un estudio del Dr. Rodolfo Stavenhagen, excelente analista de los problemas socioculturales del México contemporáneo, otro más donde podemos apreciar la claridad jurídica y científica de Mario Margulis y, por último, dos interesantes reflexiones del latinoamericanista Eduardo Galeano y del revolucionario africano Amílcar Cabral.
Pues bien, volver a leer a esos grandes teóricos de la cultura, fue lo que me motivó nuevamente a escribir y compartir con ustedes esta modesta reflexión sobre el papel de la cultura en construcción de la democracia.
En primer lugar, todos los autores de “La Cultura Popular”, (Premia Editora, 1984, Cuarta Edición), coinciden en que las sociedades como la nuestra coexisten diferentes formas de creación, producción y fabricación de cultura. Por ejemplo, Stavenhagen se pregunta y expone: ¿Cuales son los criterios para determinar qué manifestaciones culturales se consideran como superiores o mejores que otras? ¿Cuáles han de promoverse y cuáles no ?, la historia demuestra que estas preguntas responden con frecuencia a planteamientos económicos y políticos más que netamente culturales, sobre todo en la situación colonial y en las relaciones de países industrializados y del tercer mundo.
Definitivamente, estoy de acuerdo con el planteamiento de Stavenhagen, porque si tan solo echamos una mirada a lo que está pasando en México, podremos darnos cuenta que los medios de comunicación masiva juegan un papel preponderante en la promoción de ciertas manifestaciones culturales que desafortunadamente hacen creer a las mayorías que son las mejores.
Conforme con lo anterior, Margulis no puede ser más claro cuando nos dice “en nuestra sociedad los sectores dominantes, controla monopoliza y ejercen poderosos medios de fabricación y difusión de productos culturales. Por primera vez en la historia la tecnología a puesto al servicio de la dominación medios de tan tremendo alcance y eficacia como la televisión, la radio, los diarios, el cine y la educación, (ahora el internet) capaces de ocupar la mayor parte del espacio comunicacional, atrapar y persuadir al individuo y a sus familias, introducirse en los lugares más recónditos. Los medios de comunicación masivos penetran en las casas, sujetan durante largas horas a las personas frente a un aparato, transmiten no solo mensajes verbales sino también imágenes de acciones, conductas, objetos. La radio permite al individuo que la escucha un cierto accionar simultaneo, la televisión inmoviliza; además trasmite modelos corporales actividades, gestos, mímicas, tipos de belleza física, formas prestigiadas para imitar…”
Mario Margulis no se queda en ambigüedades y remata con la claridad que lo caracteriza “… los productos culturales fabricados de esta manera asumen o toman la forma de –mercancía- y participan de sus características: su valor de uso consiste principalmente en soporte a la producción y reproducción del sistema…”
Sobre la capacidad de decisión con relación a la construcción de ciertos valores culturales, Bofill Batalla lo define como control cultural, el cual “… no solo implica la capacidad social de usar un determinado elemento cultural sino un guion, lo que es más importante aún – la capacidad de producirlo y reproducirlo…”
Sin embargo, frente la llamada “cultura dominante” y su mecanismo moderno “cultura de masas”, existe otra forma de producir y reproducir culturas, a la cual se le ha denominado “cultura popular o subalterna”, sobre ella Eduardo Galeano apunta “…pero a la par que la cultura dominante distribuye conocimientos –o, mejor dicho, distribuye ignorancia- simultáneamente otra cultura, insurgente, va desencadenando la capacidad de comprensión y creación de las vastas mayorías condenadas al silencio. Esa cultura de liberación se alimenta de pasado pero no termina en él. Vienen de muy lejos los símbolos de identidad colectiva capaces de abrir, a los latinoamericanos de nuestro tiempo, nuevos espacios de participación, comunicación y encuentro, pero están vivos en la medida que los va moviendo el viento de la historia…”
Margulis nos plantea que la cultura popular es la cultura de los de abajo, producida y consumida por ellos mismos, es decir, cultura para ser usada y no para ser vendida, por lo que “…los productos culturales de los sectores oprimidos son respuestas solidarias que forman y expresan la conciencia compartida de su situación y generan el comienzo de su superación…”
Amílcar Cabral –desde su experiencia como independentista- hace una hermosa valoración de la cultura popular, afirmando “… la cultura es el fundamento mismo del movimiento de liberación, y que solo puede movilizarse y luchar contra la dominación extranjera aquellas ciudades que logran preservar su cultura. Esta, cualesquiera que sean las características ideológicas o idealistas de su expresión, es un factor especial del proceso histórico…”
En fin, considero que aspirar y luchar progresivamente por una democracia que beneficie a las grandes mayorías que menos tienen, entre ellas los más de diez millones de indígenas mexicanos- es necesario e imprescindible para cualquier proyecto a desarrollar, ya sea gubernamental o autogestivo, partir del conocimiento profundo de la cultura propia de cada grupo social, pues como dijo sabiamente el autor del “México profundo”, uno de los siete magníficos de la antropología mexicana; “… la afirmación de la cultura propia es, por eso, un componente central, no solo de cualquier proyecto democrático, -sino de toda acción que descanse en la convicción de que los hombres lo son por su capacidad creadora…”
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