LA SERPENTINA
POR GUILLERMO AGUIRRE
El país que no disfraza la “semana santa”
**En Uruguay no hay semana santa, se le llama semana del turismo porque la gente se va de vacaciones, o semana criolla, o la semana de la cerveza por fiestas con música y mucha bebida alcohólica
Como esta es mi última colaboración de esta llamada semana santa, y nos leeremos Dios mediante, hasta el lunes de la también llamada semana de pascua, quiero referirme a algo que en alguna de mis columnas de años pasados ya comenté, y me refiero al disfraz que hacemos de una fiesta religiosa, que originalmente y actualmente, debería ser de reflexión, de meditación, de cambio de actitud personal y práctica del perdón, pero que se cambió por una semana de descanso, diversión, viajes, etcétera, etcétera.
El hecho es que me sorprende que un país de América Latina, evadió los tapujos para llamarle al pan, pan, y al vino, vino, efectivamente, si usted viaja a Uruguay en esta época del año, descubrirá que estos siete días que los cristianos alrededor del mundo conmemoran como la Semana Santa, en este país del Uruguay, tiene un nombre distinto, se llama: Semana de Turismo.
Algunos uruguayos también la denominan Semana Criolla, por las populares competencias de jinetes que montan caballos indóciles en estas mismas fechas.
Otros hablan de la Semana de la Cerveza, por una fiesta que suele realizarse en la ciudad de Paysandú, fronteriza con Argentina, con espectáculos musicales y, por supuesto, mucha bebida espumosa.
Hay otras denominaciones posibles de la presente semana en Uruguay, por ejemplo, algunos le llaman la Semana de la Vuelta Ciclista, por una carrera por etapas que se disputa desde 1939.
Pero de forma oficial Uruguay la define como Semana de Turismo desde hace más de un siglo, algo que refleja la profunda tradición laica de esta república, la menos religiosa de América Latina según encuestas.
Y es que, en esta nación, el Estado uruguayo comenzó a marcar distancia de la Iglesia a partir de 1860, con medidas como la secularización de los cementerios o la creación de un registro civil para anotar nacimientos, matrimonios y muertes, una tarea que hasta 1879 estaba solo en la órbita católica.
Si bien el catolicismo era predominante en el país, cuando comenzó el proceso de secularización en Uruguay, la Iglesia era frágil, no tenía mucha fuerza y eso también coadyuvó a que fuera tan exitoso.
Ese proceso tuvo un impulso definitivo a comienzos del siglo XX con los dos mandatos presidenciales de José Batlle y Ordóñez (1903-1907 y 1911-1915), un líder del Partido Colorado que fue clave en la construcción del Uruguay moderno y liberal.
Inspirado en las ideas políticas y filosóficas que circulaban en Europa, en particular en Francia, “Pepe” Batlle tenía una concepción racionalista espiritualista, solía escribir “Dios” con minúscula en la prensa e impulsó reformas sociales contrarias a los intereses de la Iglesia católica.
Los cambios incluyeron desde la remoción de crucifijos de los hospitales públicos hasta la eliminación de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, así como el divorcio por sola voluntad de la mujer.
Mónica Maronna, historiadora y coautora del libro “100 años de laicidad en Uruguay”, señala que en aquellos años la batalla anticlerical se planteó tanto en el campo legal como cultural.
“Por ejemplo, había un episodio muy común sobre todo entre anarquistas para mofarse de la Iglesia: en Semana Santa, cuando había mandato de no comer carne, hacían un asado que llamaban el ‘banquete de promiscuidad’”, dice Maronna a BBC Mundo, este asado se hacía en la misma plaza céntrica donde está ubicada la catedral de Montevideo, es decir, desafiando al clero católico, pero como dice la autora en mención, la batalla entre la iglesia y el estado, se hizo en el campo legal como cultural, nada que ver con los cristeros que en México, azuzados por la iglesia católica, se enfrentaron al gobierno federal, estos pobres e ignorantes cristeros que tuvieron su mayor acción en los estados del bajio, y Jalisco, movidos por la jerarquía católica que no quería perder sus privilegios de sojuzgamiento de la población mexicana, pagaron las consecuencias bajo amenazas de que no serían enterrados en los cementerios que eran manejados por la iglesia, también les decían que los excomulgarían, en fin, contrario a Uruguay, en donde la batalla fue legal y cultural, pero no sangrienta, allá perdió la batalla la iglesia que aceptó su papel religioso y fuera del poder de controlar a las masas por la religión.
Lo cierto es que, en México, ya es tiempo de cambiar también este nombre de semana santa por semana del turismo, para qué tanta doble cara, todo mundo espera estos días, no para irse a rezar, o al culto en la iglesia cristiana, sino para descansar y saber que son días pagados por la empresa donde labora, démosle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios…feliz semana santa, hasta el lunes
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