CON PRECAUCIÓN
Cuando ya casi no le hacen caso a un presidente
Por Sergio Mejía Cano
Desde siempre se ha dicho que los presidentes de la República Mexicana en su último año de mandato van perdiendo paulatinamente el poder que llegaron a acumular en todo su sexenio y más, pasadas las elecciones en que su sucesor comienza a tomar las riendas casi ya en forma; y, desde luego, por la cargada hacia el sucesor.
Pero también se comienza a desatar todo un cúmulo de reclamos y protestas que se acrecientan aún más después del término del mandato presidencial. Así que no será nada nuevo que, al actual presidente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), si bien durante todo su encargo sus detractores y adversarios no dejaron de atacarlo constantemente, estos ataques se incrementarán de tal manera que llevarán posiblemente mucho tiempo para que se dejen de publicarse o decirse y tal vez más, porque el mismos AMLO ha dicho que ya no contestará ni se meterá en asuntos políticos y que ya no aplicará el derecho de réplica.
Obviamente que seguirá habiendo defensores de la actual administración, pero a la mejor son ya menos que los actuales debido a la máxima de que ya lo pasado, pasado; sin embargo, será la historia la que se encargue de documentar lo bien y lo mal de este casi sexenio presidencial.
Lo que sí es un hecho es que, de acuerdo a algunos reclamos que se han dado en algunas de las conferencias matutinas, es de que AMLO da determinadas instrucciones para aclarar algunos casos de injusticias laborales, del campo, de cuestiones médicas, etcétera y, a pesar de haber dado sus instrucciones, la mayoría de los reclamos en las mañaneras son en el sentido de que no se atienden sus instrucciones ya dictadas y sugeridas; como si los encargados de aplicar las instrucciones presidenciales le dijera que sí, pero no cuándo.
Otra de las cosas en la que coinciden varios trabajadores pertenecientes a diversos sindicatos es en que AMLO sigue con el pensamiento de que con la reforma laboral se iban a detener las anomalías sindicales al dárseles el voto libre y secreto a los trabajadores a la hora que hubiera elecciones sindicales; pero el problema es que esas anomalías sindicales siguen y siguen como si nada, un claro ejemplo se ha dado ahora en el sindicato petrolero, en donde se están documentando serias anomalías para que siga la misma dirigencia heredada por el extinto, Carlos Romero Deschamps.
Tal vez lo que sucede es que, por lo regular, mucha gente piensa que, así como es los demás también lo son, y es probablemente lo que le pase a AMLO que por considerarse honesto y cabal, cree que los dirigentes sindicales también lo son. El problema es que en los grandes sindicatos se mueven muchos intereses económicos y de poder, precisamente como en el sindicato petrolero; intereses que obviamente los actuales dirigentes no soltarán así nomás, por lo que tienen que recurrir a sus grupos de choque para aplacar y disuadir a los trabajadores disidentes y que quieren una mejora sindical por el bien de la clase trabajadora.
Otro de los males sindicales y que muchos de los afiliados a los grandes sindicatos en el país tenían esperanzas de que en esta administración de AMLO terminaran para siempre ha sido el de la reelección de los eternos dirigentes. He ahí el caso del señor Francisco Hernández Juárez, dirigente del sindicato de los telefonistas quien va por su enésima reelección, por lo que le quitaría el récord de dirigente al otrora sempiterno dirigente de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), don Fidel Velázquez Sánchez.
He ahí también el caso muy claro de la podredumbre sindical en México: el dirigente del sindicato de los ferrocarrileros, Víctor Félix Flores Morales, quien también ya se eternizó como dirigente de los rieleros; aunque eso de dirigente es muy cuestionable debido a que se ha enquistado en el puesto gracias a sus grupos de choque para persuadir a sus opositores, así como su alianza incondicional con los concesionarios de las líneas férreas en nuestro país, pues se ha documentado que pareciera que este dizque líder sindical trabaja más bien para favorecer a los concesionarios que a la clase trabajadora ferroviaria.
Cuando un trabajador ferroviario se opone a los dictados sindicales, el mismo sindicato lo boletina con la empresa ferroviaria para que lo despida del trabajo y, si ese trabajador acude al sindicato para que lo proteja del abuso patronal le pasa la bolita a la empresa y esta al sindicato y ahí se la llevan hasta que el trabajador se desespera y mejor opta por demandar en forma legal.
Sea pues. Vale.
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