«Caminar y Hacer Amigos: Humildad y Servicio como Actores Principales en el Tránsito por el Servicio Público»
(Expresión atribuida a Don Emilio M. González, ex gobernador de Nayarit)
En el escenario de la administración pública, los servidores públicos asumen un papel crucial, interpretando los roles de humildad y devoción hacia el servicio además de los esperados como la eficacia, eficiencia, honestidad, capacidad y técnica. Este contexto efímero se inspira en antiguas filosofías y enseñanzas religiosas que destacan la importancia de la humildad y la trascendencia en las acciones humanas.
Los servidores públicos, en su calidad de protagonistas, deben recordar constantemente el «memento mori», el recordatorio de la finitud de la existencia. Esta sentencia romana susurra en los oídos de quienes desempeñan roles en lo público, instándolos a realizar actos significativos en el breve lapso de tiempo que tienen.
Desde las enseñanzas de Jesús de Nazaret hasta la filosofía griega antigua, se traza un sendero hacia la trascendencia a través del compromiso con los demás. La humildad, derivada del latín «humilitas» y ligada a «humus» (tierra), nos recuerda que nuestras grandezas son efímeras como el polvo.
En armonía con la filosofía griega, donde la humildad se entrelaza con el ritual «taphephoria», recordatorio de la fragilidad humana, los servidores públicos deben abrazar la humildad y el servicio como actos simbólicos de respeto mutuo y cooperación.
Los servidores públicos, como custodios de la sociedad, encarnan la humildad y el servicio en cada acción. Siguiendo el ejemplo de Jesús, lavan los pies de sus conciudadanos con empatía y dedicación, manifestando la virtud del honor sin pretensiones, donde la humildad ilumina el sendero del servicio.
La historia nos muestra cómo la humildad ha sido clave en la forja y caída de imperios. Figuras como Cincinnatus y Gandhi resaltan que la humildad no es debilidad, sino una fuerza silente que sustenta cúpulas y sostiene mundos. Los servidores, guiados por el amor propio equilibrado, tejen acciones en el telar de la trascendencia, recordando que las acciones son ofrendas en el río del tiempo.
En este drama etéreo, los servidores públicos deberían abrazar la humildad como una reverencia ante la grandeza del servicio. «Memento mori» y las enseñanzas de Jesús se suman a la filosofía griega, creando un tapiz donde la humildad es la raíz de la nobleza. El respeto mutuo y la cooperación, tejidos por líderes como Don Emilio, son esenciales en este espacio de servicio.
El legado de los servidores públicos no será una sombra en la historia, sino una llama que perdura en las almas de aquellos a quienes sirvieron con humildad. Así, en el escenario del bien común, dejan una huella en el corazón del cosmos, más allá de los límites del tiempo.
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