CON PRECAUCIÓN
Hay imágenes que se graban para siempre en la memoria
Por Sergio Mejía Cano
Allá a finales de los años 60 del siglo pasado, cuando aún se editaba en nuestro país la revista “Life en español”, apareció una enciclopedia de varios libros con el mismo nombre y que se referían a biología, astronomía, naturaleza y otros temas más; pero el que más me llamó la atención a mi temprana edad, fue uno que se refería a la visión en donde entre otras cosas informaba de cómo el cerebro humano captura imágenes de las que algunas las desecha y otras las graba de tal modo que, mientras viva una persona jamás la olvidará.
Por ejemplo, se decía en este libro referente a la visión que al caminar cotidianamente por la calle nos llegamos a cruzar con infinidad de personas a las que por lo regular no las tomamos en cuenta, así que si alguien nos llegara a preguntar si recordábamos a esas personas que pasaron a nuestro lado, sería muy difícil recordarlas, no así si en cambio viéramos a una persona con el rostro alterado y con un arma en la mano y con la ropa ensangrentada o, en determinado caso que miráramos a una persona desnuda; entonces sí, sería muy difícil que se llegara a olvidar esa imagen, pues la miraríamos con más atención y, posiblemente observaríamos hasta los más mínimos detalles de esa persona.
Aquel libro sobre la visión también contenía información sobre el daltonismo que, de acuerdo al libro, las mujeres no son daltónicas, sino únicamente los varones que heredan el daltonismo de la mamá y, que los ojos son como las cámaras, porque es el cerebro el que ve, mira y observa, por lo que una persona que pierde la vista ya a cierta edad y haber tenido sanos sus ojos, por lo regular sigue viendo no por los ojos, sino por el cerebro y, esto se desarrolla al soñar y recordar imágenes vistas antes de perder su visión. También hablaba sobre un punto ciego que llegamos a tener los humanos
Lo anterior viene a colación, debido a que en la entrega anterior que, se refería a los tristes acontecimientos de fatal día del 22 de abril de 1992, por las explosiones en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, varias personas me han preguntado que si un servidor había estado en la perla tapatía aquel día y si mi enteré o vi algo al respecto.
Resulta que ese día llegué a la perla tapatía en la madrugada en un tren de carga. Como a las 11 o 12 horas del día, me despierta una de mis hermanas diciéndome que había pasado una tragedia. Me levanto y salgo a la sala en donde ya otros familiares están mirando la televisión; las imágenes que se ven en la pantalla, tomadas desde un helicóptero son prácticamente escalofriantes, terribles: casas destruidas a lo largo de varias cuadras de una calle, Gante, que figura un canal de agua, pero seco, obviamente; un camión urbano casi enterrado y otros vehículos automotrices también, unos a un lado de los montones de escombros y más de uno encima de ellos y, de lo que había sido el techo de las casas.
Ya para esas horas ya se ve a mucha gente removiendo los escombros, fierros, puertas, ventanas y todo lo que se pudiera mover principalmente para buscar posibles sobrevivientes. Para esto, las cámaras a nivel de tierra, así como las del helicóptero se enfocan a varios caminantes que aparentemente van revisando los daños, de entre estos caminantes sobresale una imagen inconfundible: la del entonces presidente, Carlos Salinas de Gortari, a quien acompañan el gobernador de Jalisco, Guillermo Cosío Vidaurri y el presidente municipal, Enrique Dau Flores, entre otros acompañantes.
Salinas de Gortari y demás comitiva detienen sus pasos frente a un grupo de reporteros ante los que el jefe del Ejecutivo responde preguntas; en eso, se acerca un grupo de personas que se identifican como rescatistas que le acercar a Salinas de Gortari a uno de ellos quien curiosamente porta un logotipo del PRI pegado del lado izquierdo de su camiseta de color oscuro, pero con pocos rastros de tierra o polvo y de manos casi limpias. La imagen que recuerdo de esto es que, en cuanto se le acerca el muchacho al presidente, este de inmediato le quita el logotipo del PRI de su camiseta guardándolo en el bolsillo izquierdo de la chamarra de piel que porta Salinas de Gortari.
Así que, al llegarse esa fecha y ver en varios medios el recuerdo de ese fatídico día, recuerdo aquel libro de la enciclopedia Life que hablaba sobre la visión, ya que mucha razón tenía cuando ahí se afirmaba que hay imágenes que se convierten en imborrables por lo impactantes, por lo que significan, ya sean recuerdos tristes o alegres, según sea el caso.
Sea pues. Vale.
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