CON PRECAUCIÓN
Emocionante entrega de la banda presidencial y el bastón de mando
Por Sergio Mejía Cano
Difícil poder sustraerse a la emoción que nos embargó a la mayoría de los mexicanos de ambos sexos por la toma de posesión de la ya presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, doctora Claudia Sheinbaum Pardo; emoción que, estoy seguro, se llegó a sentir más allá de nuestras fronteras debido a que es un acto de gran trascendencia al llegar por primera vez una mujer a presidir los destinos de nuestro país.
Apoteósico el entusiasmo que se vio en el Congreso de la Unión desde la llegada del presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador, quien fue recibido con grandes aplausos y muestras de afecto y satisfacción de la mayoría de los ahí presentes. Y, obviamente, ese entusiasmo se acrecentó con la llegada de la presidenta entrante.
Si las comparaciones son odiosas, según se dice, no por romanticismo ni por afinidad hacia el gobernante saliente y la entrante, no, sino que en los cambios de poderes anteriores no se había visto tanta expectación, entusiasmo, emoción ni había despertado tanta curiosidad y, desde luego, perspectivas de esperanza y de progreso; de bienestar para el buen desarrollo de nuestra Nación Mexicana.
La entrega de la banda presidencial también significó un momento grabado para la posteridad, por la presencia de la persona que sirvió de intermediaria para entregarla: la maestra, doña Ifigenia Martínez Hernández, una mujer que se ha caracterizado por su carrera política y social, por su pensamiento congruente en bien de nuestro país; y más, porque a pesar de su edad y debilitado estado de salud, precisamente por la edad que tiene, hizo lo posible para estar en este momento histórico para entregar la banda presidencial a la doctora Claudia Sheinbaum, un momento que es un granito más a su extenso currículo en su andar como luchadora social.
Y a propósito de comparaciones, ahora nada qué ver con la toma de posesión del espurio Felipe Calderón Hinojosa, quien tuvo que entrar a hurtadillas al Congreso de la Unión, precisamente por haber muchas anomalías en su designación como presidente de la República Mexicana; una ceremonia bastante opaca por lo mismo, y que dio pie para que se cumpliera aquello de que, lo que mal empieza, mal acaba; aunque ese mal estuvo presente no nada más al final de su mandato, sino a lo largo del mismo.
Y si bien las otras ceremonias de transición de poderes no fueron tan opacas y denigrantes, al menos cumplieron con el protocolo acostumbrado cada 1 de diciembre de cada año. Tomas de posesión anteriores en donde hubo aplausos más obligados que de gusto, porque si alguien se atrevía a no aplaudir, corría el riesgo de pasar al ostracismo político, pues se caería del mecate si no hacía la barba al mandatario en turo, aunque le cayera mal o por no recibir el hueso que esperaba; pero eso sí: recibiendo por lo regular un cargo o puesto de consolación por mientras, ha, pero un hueso que por pequeño que fuera, existía la posibilidad de manotear libremente aplicando aquello de, no pido que me den, sino que me pongan donde hay.
Lo que sí es un hecho, es que la dotora, Claudia Sheinbaum, es muy agradecida y congruente con su antecesor, pues le dio su lugar al ahora expresidente Andrés Manuel López Obrador. Reconociéndolo como un buen presidente y por el legado que deja en beneficio del país, por lo que Sheinbaum Pardo enfatizó que continuará con la Cuarta Transformación, la que ya nadie podrá parar, según sus palabras. Y, precisamente este gran reconocimiento a su antecesor es lo que marca la diferencia con las demás tomas de posesión del pasado, en donde algunas de las veces el presidente entrante ni siquiera nombraba a su antecesor.
La doctora Claudia Sheinbaum recibió el bastón de mando otorgado por los pueblos originarios y el afromexicano, en la Plaza de la Constitución, más conocido como el zócalo de la Ciudad de México, en donde unas mujeres representantes de los 70 pueblos originarios y el afromexicano, invocaron a las fuerzas universales, a nuestros antepasados, a la Madre Tierra, a la Madre Naturaleza, así como a las fuerzas cósmicas para que la protejan y la hagan hacer mejor su trabajo en bien del país que recibe bajo su cargo y encargo.
Sin embargo, y como nunca falta alguien así, entre algunos de mis conocidos no faltó quien criticara esta ceremonia ancestral de nuestros antepasados, pues tienen más presente la religiosidad que nos llegó de allende la Mar océano, que nuestras raíces autóctonas las que posiblemente son más antiguas que aquellas europeas.
Sea pues. Vale.
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