CON PRECAUCIÓN
Algo muy bien orquestado en detrimento de nuestra Nación
Por Sergio Mejía Cano
Con lo que pasa hoy en día con la banca en nuestro país se afirma cada vez más entre muchos mexicanos, entre los que me incluyo, que la nacionalización de la banca decretada por el entonces presidente, José López Portillo (1976-1982) en su último informe el 1 de septiembre de 1982 con el cuento de que “ya nos saquearon, no nos volverán a saquear, no fue un acto patriótico y menos para defender las finanzas nacionales, sino más bien una acción muy bien concertada para que sucediera lo que hoy se puede comprobar: que la banca en México está de nueva cuenta en manos del capital extranjero.
Según se ha documentado constantemente cuando se hable de este acontecimiento, es que nada más el banco Banorte es el único banco de capital mexicano que ha resistido el embate que sirvió para quitarle a los banqueros mexicanos de aquellos días anteriores a la nacionalización.
Y tan bien concertada estuvo esta supuesta nacionalización, porque el sucesor de López Portillo, Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) comenzó a destrabar dicha nacionalización, pero tal vez no le alcanzó el tiempo o no se atrevió abiertamente debido a un posible poder que pudiera seguir teniendo López Portillo o por aquello de no te entumas y seguir dando un matiz patriótico, por lo que dejó el asunto en manos de su sucesor: Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), quien sí se atrevió a darle marcha atrás a aquella nacionalización entregando los bancos a la Iniciativa Privada, pero no a los antiguos banqueros mexicanos, sino a amigos y allegados que de banqueros tenían lo que De la Madrid tenía de astronauta.
Y es aquí en donde se despierta la sospecha de que todo estaba proyectado para entregarle a los extranjeros la banca de nuestro país, pues qué casualidad de que si iba a dar marcha atrás a la nacionalización de la banca lo más lógico era que se les devolvieran los bancos a sus antiguos propietarios; sin embargo, nada de esto pasó, incluso esos antiguos banqueros mexicanos entraron a las licitaciones, pero ni los tomaron en cuenta, por la posibilidad de que estaba bien aceitada la maquinaria para acatar los dictados de quienes manejan las finanzas a nivel mundial.
En su momento se documentó muy bien el hecho de que al haber entregado Salinas de Gortari los bancos a sus amigos y que por no ser banqueros en lo absoluto, quebraron no nada más a los mismos bancos, sino las finanzas del país; sin embargo, llega Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000) y no nada más perdona las malversaciones de esos neo banqueros, sino que los salva de todo mal haciendo públicas las deudas privadas mediante el famoso Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa); y si bien se persiguió a uno que otro de aquellos supuestos neo banqueros, como Ángel Isidoro Rodríguez, más conocido en el bajo mundo como “el divino” y Jorge Lankenau, al manos los más sonados, al poco tiempo recuperaron su libertad y hoy en día ya no pesa ninguna acusación en su contra.
Así que todo aquel argüende que se suscitó con la dizque nacionalización de la banca mexicana por José López Portillo fue parte de un engranaje muy bien orquestado para que ahora la mayoría de la banca en nuestro país la manejen capitales privados extranjeros los que de acuerdo a informaciones financieras han ganado miles de millones de dólares tan solo por el cobro de comisiones y al administrar las afores de los cuentahabientes y trabajadores mexicanos, respectivamente.
Algo muy similar ocurrió cuando Miguel de la Madrid Hurtado en 1987, con motivo del 50 aniversario de la nacionalización de los ferrocarriles en 1937, llevada a cabo por el entonces presidente, don Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940), decretó dar por anticipada la cancelación de las concesiones que tenían los ferrocarriles en nuestro país para aglutinarlas todas en una sola línea administrativa: los Ferrocarriles Nacionales de México, supuestamente por ser considerados los ferrocarriles áreas estratégicas, para el progreso de la Nación.
¿Y qué pasó? Pues que Carlos Salinas de Gortari comienza a desmantelar poco a poco, primeramente, con un programa de retiro voluntario para adelgazar la planta laboral; dejando de dar mantenimiento a los coches de los trenes de pasajeros, quitando el servicio exprés y de menos de carro entero, tal vez con el propósito de que el público usuario se desmoralizara con estos servicios.
Entonces llega Ernesto Zedillo y abiertamente entrega los ferrocarriles al capital extranjero, como un disculpe usted a los gringos.
Sea pues. Vale.
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