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El Día de los Santos Inocentes: Entre la Tragedia y la Tradición

El Día de los Santos Inocentes: Entre la Tragedia y la Tradición

POR MANUEL MONTAÑO

En el aparentemente festivo 28 de diciembre, donde las risas y bromas inundan la jornada, se esconde una conexión intrincada entre las Saturnales romanas y la trágica matanza de niños ordenada por Herodes, según nos relata el Evangelio de Mateo. En un intento por capturar la esencia de este día peculiar, nos aventuraremos desde las festividades paganas hasta la solemnidad de la Iglesia Católica.

Las Saturnales, celebraciones romanas del solsticio de invierno, invitaban a la risa, la transgresión y la bufonada en honor a Saturno, un dios benevolente a pesar de su oscuro mito de devorar a sus propios hijos. La tradición incluía banquetes desenfrenados donde los esclavos tenían la libertad de decir crudas verdades a sus amos, resaltando la inversión temporal de roles. Este contexto histórico establece un intrigante paralelo con el día de los Inocentes, donde las bromas y los regalos malévolos son herencia de aquella «monarquía del desorden».

Las Sagradas Escrituras relatan la matanza de los Santos Inocentes por orden de Herodes, nos sumerge en la cruda realidad de un gobernante temeroso por su reinado ante la amenaza del recién nacido Jesús. La cifra aproximada de 20 niños varones en la pequeña Belén adquiere un matiz más impactante al considerar la escala y compararla con las festividades romanas que inspiraron el día de los Inocentes.

La figura de Herodes, conocido como el «grande» por sus victorias y crímenes, se revela como un títere del imperio romano, tejiendo un retrato histórico complejo que habría explorado con perspicacia. Su temor a posibles aspirantes al trono lo llevó a cometer atrocidades, incluyendo la matanza de sus propios familiares.

La conexión geográfica entre Ain Karen y Jerusalén nos transporta a la leyenda de Juan el Bautista, otro inocente amenazado por Herodes. La roca ahuecada en la Basílica de la Visitación simboliza la intervención divina que salvó al niño de la violencia del gobernante, añadiendo un matiz místico a esta narrativa histórica.

En el contexto actual, la celebración litúrgica de los Santos Inocentes no solo conmemora un hecho histórico, sino que nos confronta con la cruda realidad de los inocentes perseguidos y asesinados en nuestros tiempos. La contradicción entre nuestras exclamaciones de «¡Nunca más!» y la persistencia de la violencia motivada por diversas razones sociales resuena como un eco de la historia.

En la dualidad del Día de los Santos Inocentes, entre la tradición de las bromas y la memoria de la tragedia, nos invita a reflexionar sobre la capacidad humana para la crueldad y la necesidad urgente de solidaridad frente a los genocidios contemporáneos. Las risas del presente se entrelazan con la sombra de aquellos niños asesinados en lugar de Cristo, recordándonos la fragilidad de la inocencia en un mundo patas arriba.

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