CON PRECAUCIÓN
Posible esclavitud disfrazada
Por Sergio Mejía Cano
Por increíble que parezca, en pleno cuarto avanzado del siglo XXI aún existen jornaleros que viven en forma infrahumana, quizás algunos hasta peor que los tiempos de don Porfirio Díaz, ya que constantemente se han reportado sobre caso en campos agrícolas en donde la gente que se encarga de la cosecha vive hacinada en galerones insalubres con piso de tierra y con un solo baño para varias familias; ah, y según se ha documentado con poca agua potable o casi nada.
El día de ayer jueves 13 de este mes, en el portal de internet de “La Jornada” aparece un reportaje firmado por Lucía Mimiaga León, cuyo encabezado dice “Más de mil pesos pagan jornaleros por vivir hacinados en cuarterías”. Y, al principio de la nota dice que, en Guasave, Sinaloa, en un cuarto de tres por tres metros cuadrados, con piso de tierra, sin cocina y muebles, varias familias, con niños se acomodan para vivir. En algunas hay catres, en otras ni eso, usan colchas y colchonetas. Sin agua, gas o energía eléctrica”.
Reporta también esta corresponsal de La Jornada que, son viviendas hechas con láminas, algunas son de madera o ladrillo, en donde decenas de personas comparten un solo baño, viviendas que sus patrones les prestan mientras están en servicio; pero cuando termina la zafra si siguen viviendo en estas casas tienen que pagar mil pesos de renta al mes “a particulares que manejan un negocio sin control”. Estos jornaleros son personas que llegan de Chihuahua, Guerrero y Oaxaca.
Esto se dio a conocer o se hizo público debido a que varios niños enfermaron e incluso una niña falleció por desnutrición y otros niños han tenido que ser hospitalizados por insuficiencia respiratoria.
El problema es que esto no es nada nuevo, pues ya se ha documentado en varias ocasiones que en muchos campos agrícolas tanto en Sinaloa como Sonora y en otras entidades, en que gente que llega a trabajar en el campo pernoctan en galerones o viviendas insalubre, la mayoría teniendo que dormir en el suelo, adultos y niños; y se ha informado también en que hay plantaciones en donde también trabajan menores de edad, por lo que no van a la escuela y lo que es peor: no tienen una alimentación adecuada debido a las jornadas de Sol a Sol, es decir, de más de ocho horas de labores.
Cuando había trenes de pasajeros había temporadas en que los trenes rumbo al norte iban llenos de gente proveniente sobre todo del estado de Oaxaca con rumbo a Sinaloa y Sonora, a la cosecha de tomate y otros productos. Llamaban la atención estos pasajeros porque no llevaban maletas de viaje, sino cartones y costales con sus pertenencias; era raro que estas personas calzaran zapatos cerrados, pues todos, generalizando ahora sí, calzaban huaraches y, tan llamaban la atención porque a pesar de ser calzado abierto, en la noche, cuando se tiraban a dormir al piso, la mayoría de quitaban los huaraches y era una hediondera casi insoportable. Lo raro se debía a que quizás por ser cacles abiertos, mucha gente tenía la impresión de que no olían como zapatos o tenis cerrados.
El problema es que a pesar de que ya se ha documentado e informado sobre la situación que sufren estos jornaleros y sus familias, con el tiempo se apaga la noticia y tal vez todo siga igual hasta que nuevamente sucede algo como ahora en este caso de que se dio a conocer esta triste situación debido a los infantes que enfermaron. ¿Y por qué enfermaron? Pues precisamente por las condiciones insalubres y pocos alimentos o nada nutritivos, ya que, al no contar con estufa o electricidad para conectar al menos una parrilla eléctrica, por lo que se intuye que posiblemente su alimentación sea chatarra y el agua que ingieren tal vez poco confiable para la ingesta humana.
En el caso que nos atañe de lo sucedido ahora en Guasave, Sinaloa, tal vez como justificación la señora María Inés Pérez Corral, secretaria del Bienestar y Desarrollo Sustentable en Sinaloa, señala y reconoce, de acuerdo a la nota en cuestión que el problema es la falta de viviendas dignas para los trabajadores temporales que se emplean por día con diferentes empresas. Que ganan entre 500 y 800 pesos, con lo que podrían comprar una estufita; pero ellos tratan de llevarse a sus lugares de origen la mayor parte de sus ganancias.
Lo triste del caso es que en pleno siglo XXI aún existan condiciones de vida para los jornaleros como en el siglo XIX y principios del XX. Porque si bien se dice que no hay esclavitud en el país, con estas condiciones laborales, al parecer sigue vigente.
Sea pues. Vale.
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