¿Qué haría la humanidad si toda la vegetación tuviese poder alucinante?
CON PRECAUCIÓN Por Sergio Mejía Cano
En la entrega anterior en que nos referimos al problema de las drogas cuyo consumo se ha incrementado en nuestro país y, de que podría existir la posibilidad de que muchos de los hoy consumidores no nada más de drogas naturales, sino lo que es peor: de drogas artificiales aumente aún más, algunos camaradas que critican a los quemadores de tabaco simple, me dicen que han conocido casos de jóvenes que le entran directo a fumar mariguana sin haber probado un cigarrillo normal.
Sin embargo, casi desde siempre se me ha ocurrido decirles a muchas personas que afirman no haber fumado nunca, que al menos alguna vez en su vida tuvieron un cigarrillo de tabaco en sus manos y labios, a lo que la mayoría señala tal y como aquellas mujeres que tienen relaciones extramaritales que, cuando les reclama el esposo, en forma de descargo de su desliz le dicen a su pareja que solamente fue una vez. Así, la mayoría de la gente a las que les he espetado esta afirmación, comentan que tal vez sí; pero nada más una vez por curiosidad o porque miraba a sus mayores o a otros adultos fumando y nada más para saber qué se sentía o a qué sabía el humo del cigarrillo. Obviamente que algunas de estas personas señalan que les dio una tos horrible, que no le encontraron ningún chiste a eso de fumar, otras personas dijeron que porque sus papás les habían dicho que eso era quemar el dinero o que en determinado caso les hacían énfasis en el daño que le podrían hacer a su organismo. El caso fue que sí, por lo menos una vez habían tenido un cigarrillo en sus manos y labios.
En cuanto a eso de que la mayoría, si no es que toda la gente que sufren algún tipo de adicción ya sea a cualquier tipo de droga o al alcoholismo, comenzamos desde la edad temprana de la adolescencia, me hizo recordar cuando a mediados de la década de los años 60 del siglo pasado, en la escuela secundaria, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, la mayoría de los estudiantes traíamos el pelo largo; algunos fumaban a la hora de los recesos evitando a los prefectos y, también había estudiantes que ya fumaban mariguana a pesar de que aún no llegaban a los 15 años de edad.
Recuerdo a un compañero al que le decíamos “el popis”, a quien sus más allegados le llamaban general porque era capaz de esconder en su boca un churro de mota encendido sin que se apagara cuando pasaba un prefecto o una maestra o maestro cerca de donde estaba quemándole las patas a Judas. Y así que, como este muchacho, había otros más que hasta hojas de lechuga orejona fumaban después de haberlas secado y picado como si fuera tabaco.
A muchachos como al popis los he vuelto a ver a lo largo de mi vida. Lo que me hizo recordar un comentario que nos hizo a sus alumnos la profesora de la materia de español en segundo de secundaria: que, así como veíamos a indigentes, al borrachito del barrio, al limosnero, a posibles drogadictos, etcétera, los veríamos a través del tiempo si es que llegábamos a una edad adulta; porque unos se iban, pero llegaban otros a sustituirlos. Y sí, hoy en día personas en situación de calle o como los que señalaba aquella profesora, las sigue habiendo y, los jovencitos que han comenzado a fumar mariguana actúan igual que aquellos a los que me tocó mirar hace ya más de 55 años: prácticamente con las mismas actitudes, las mismas palabras, la misma forma de forjarse sus churros de zacatito vacilador, etcétera. Tal y como si fueran las mismas aquellas personas del siglo pasado.
Y a propósito de las hojas de lechuga orejona, esta se dejó de consumir dando paso a la denominada lechuga romana, claro que sigue habiendo lechuga orejona, pero se consigue bajo pedido y ya no son las mismas aquellas lechugas grandes y frondosas con hojas grandes que servían hasta para hacer tacos.
Se dice que se prohibió el consumo de la lechuga orejona, aproximadamente en 1970 o 1971 porque por ser prima hermana del cannabis, la lechuga orejona contiene el mismo alcaloide tranquilizante, pues no por nada a los niños que no podían dormir los bañaban en agua con hojas de lechuga para que pudieran conciliar el sueño.
Y, por cierto, aquella profesora de segundo año de secundaria a mediados de los años 60, nos dijo a sus alumnos que si todo lo que fuera vegetación tuviera el alcaloide de la mota, ¿qué más podríamos hacer los humanos? Porque en aquellos tiempos también se decía que las cáscaras de plátano, una vez secas, también tenían un poder alucinante. Así que, ¿alguna vez se acabarán las adicciones y consumo de drogas?
Sea pues. Vale.
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