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El mazacote que se quiere ordenar 

LA SERPENTINA 

POR GUILLERMO AGUIRRE 

El mazacote que se quiere ordenar 

Cuando inició el actual sexenio federal, ni siquiera había una base confiable de registros de desaparecidos, y para colmo de males, las fiscalías estatales no dan toda la información que tienen  

El pasado jueves, o sea antier , estuvo en esta ciudad el señor ALEJANDRO ENCINAS RODRÍGUEZ, a él lo acompañaron la  señora Karla Quintana, Comisionada Nacional de Búsqueda de Personas; y Enrique Irazoque, Titular de la Unidad para la Defensa de los Derechos Humanos y Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de DDHH y Periodistas, su visita tuvo como objeto firmar  un convenio de colaboración con el gobierno del estado, en presencia de los colectivos de búsqueda para formalizar el apoyo que todas las personas buscadoras tienen en su misión, de esto hablamos un poco en nuestra columna de ayer, pero hoy sólo quiero concluir que  la visita del subsecretario de Derechos Humanos del gobierno mexicano, es sumamente importante, pues este hombre se ha distinguido por su franqueza en su trabajo, sólo les comentaré algunos hechos y dichos del señor ENCINAS RODRÍGUEZ, para ello me permito compartirles esta excelente crónica que sobre el actuar del multicitado servidor público, leí en el periódico “El país”. 

En diciembre de 2019, el subsecretario de Derechos Humanos del Gobierno mexicano, Alejandro Encinas, trató de resumir en una sola frase su sensación sobre las dificultades del Ejecutivo para frenar la violencia. “Estamos en una de esas situaciones en que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer”, dijo, en ese tiempo,  Andrés Manuel López Obrador cumplía un año en la presidencia, tiempo en que había señalado su prioridad, luchar contra la corrupción. Esa era la clave. Sin corrupción, las aguas de la violencia volverían al cauce de la cordialidad.  

Encinas había denunciado que México sufría una crisis forense, que el país ni siquiera contaba con registros fiables de fosas, de perfiles genéticos, de personas desaparecidas. Lo primero, decía, era contar bien. Enfocados en la cuenta, la realidad seguía su curso y lejos de obedecer los deseos del Gobierno, pintó un escenario de terror, con miles de asesinatos al año, masacres y otros tantos desaparecidos. Lo viejo y lo nuevo parecían mezclarse, cada vez más difícil de diferenciar.  

Dos años y medio después, la cuenta está hecha, un logro innegable de la actual Administración. México ha superado la cifra simbólica de 100.000 personas desaparecidas, la gran mayoría desde el inicio de la guerra contra el narco, la embestida estatal contra el crimen organizado lanzada por el presidente Felipe Calderón, en diciembre de 2006. Su Gobierno concentra alrededor de 17.000 reportes de desaparición, por 35.000 registrados durante el siguiente, encabezado por Enrique Peña Nieto, y los 31.000 que cuenta el Gobierno actual. 

Al ritmo actual, este sexenio batirá todas las marcas. El fenómeno ha cambiado. Durante los años de Calderón, el noreste simbolizó los horrores de la guerra, con sus campos de exterminio, que recién ahora empiezan a investigarse. Las desapariciones masivas de Guerrero y los hallazgos de enormes cementerios clandestinos en Veracruz marcaron el tiempo de Peña Nieto. Ahora, la alarma se prende en regiones antaño relativamente tranquilas, caso de Guanajuato o Sonora. EL periódico “El PAÍS”, de quien está crónica,  se ha desplazado a ambas regiones para comprender mejor los matices de la tragedia.  

Las cifras mexicanas exigen comparaciones foráneas, aunque sea para entender la forma del conflicto. Así, por ejemplo, Colombia cuenta poco más de 99.000 desaparecidos desde 1970, principalmente por el conflicto entre guerrillas y grupos paramilitares que vivió el país. En Argentina, la dictadura militar (1976-1983) dejó alrededor de 30.000, según cuentas de organizaciones no gubernamentales. Y en Guatemala, las tres décadas de conflicto y represión gubernamental a finales de siglo pasado dejaron 45.000, de acuerdo a un cálculo de Amnistía Internacional.  

La diferencia de México con los demás es que la mayoría de sus desaparecidos son de época reciente, cuando el país no vive dictadura alguna o guerras civiles. En teoría, México vive en paz, concepto que retan sus violencias, enlazadas con corruptelas antiguas. En su informe sobre la situación en México, publicado en abril, el Comité contra la Desaparición Forzada de Naciones Unidas ya advertía sobre esta situación: “La delincuencia organizada se ha convertido en un perpetrador central de desapariciones, con diversas formas de connivencia y diversos grados de participación, aquiescencia u omisión de servidores públicos”.  

Por cierto, Karla Quintana, Comisionada Nacional de Búsqueda de Personas, que estuvo antier en Tepic, dice que  El registro de desaparecidos era hasta 2018 una base de datos sin sistematizar. La titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, explica que “antes de 2019, el registro difícilmente tenía un acercamiento a la realidad”. Nombrada con el nuevo Gobierno, su primer paso fue pedir a las fiscalías estatales que completaran los datos que ya existían y los mantuvieran actualizados. “Lo que se ha hecho es comenzar a crear una institucionalidad”, dice Quintana. ¿Qué tan real es entonces el registro? “Mi lectura”, dice la comisionada, “es que las fiscalías tienen más información de la que han dado en los últimos años; pero también podrían tener información desactualizada”, en pocas palabras, ella no confía en los datos que le han compartido los fiscales de cada entidad, lo cual es grave. 

En fin y para cerrar, este fin de semana, les puedo decir que habrá para los que tienen familiares desaparecidos, muchas y buenas consecuencias de la vista de estos personajes a Nayarit…hasta mañana 

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